Por: Ana Valeria Rosales

Viajar es una de las experiencias más gratificantes en la vida, conocer lugares nuevos y descubrir rincones llenos de magia nos permite crecer como personas, empaparnos de energías y alegrarnos con momentos únicos. ¿Pero qué pasa cuando estos destinos paradisíacos están al otro lado del país y la sola idea de volar en avión hace que te de un ataque de ansiedad?

Me declaro culpable de haber sido del tipo de persona que hubiera preferido jamás conocer la Riviera Maya solo por no volar en avión, porque la única alternativa era viajar tres días en camión, lo cual no era nada prometedor. Pero la vida me tenía preparada una sorpresa en forma de un programa de verano en Xcaret y junto con él, mi primer viaje en avión. ¡Fue toda una aventura, empezando porque era mi primer viaje sola!

Todo comenzó desde que mi familia me dejó en la Terminal de Autobuses de Querétaro, cuando esa sensación de melancolía mezclada con la audacia de vivir algo completamente nuevo me inundó al arrancar el camión. Ese fue el primer gran golpe de realidad. Después de más de tres horas, llegué al famoso Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Cabe mencionar que en Durango, mi bella ciudad de origen, el aeropuerto tiene una sola sala de espera y tres puertas de abordaje, se imaginarán lo pequeña y perdida que me sentí cuando entré al edificio de la Terminal 1 y me di cuenta de que hay pasillos y escaleras por todos lados y mares de personas corriendo con sus maletas de una lado a otro para no perder su vuelo.

Para mi suerte, me encontré con un compañero que viajaba para hacer la misma estadía que yo e iríamos en el mismo vuelo, él ya había viajado en varias ocasiones con anterioridad, por lo que ya conocía el aeropuerto perfectamente. Bajamos por lo que parecieron mil escaleras, giramos un par de veces, caminamos unos cuantos metros y mágicamente estábamos en el mostrador de la aerolínea para documentar nuestro equipaje. ¿Hubiera llegado yo sola por mi cuenta? Seguramente sí, pero después de 1 hora dando vueltas por todo el aeropuerto.

Después de documentar nuestro equipaje, pasamos seguridad, y caminamos más y más hasta llegar a nuestra puerta de abordaje. Tuvimos suerte, el vuelo no se retrasó. Nos empezaron a llamar por grupos. ¿Grupos? ¿Qué tienen los del primero que yo no? ¿Hay alguna clase de truco del que nadie me dijo nada?  Pues no, al parecer solo es para hacer más eficiente el abordaje y no corran todos golpeándose unos a otros para subir primero.

Muy bien, ya estoy sentada en el asiento, la sobrecago fue muy amable y me ayudó a subir mi equipaje al compartimiento, mi ansiedad también subió poco a poco. Ya todos estaban sentados en sus lugares y la tripulación comenzó a explicar las medidas de seguridad para el vuelo. Y de repente, el avión se comienzó a mover. ¡Cielos! Lento pero seguro, se fue encaminando a la pista para despegar. Mi corazón se aceleró y mis manos comenzaron a sudar. En frente de nosotros, un avión aceleró a toda velocidad por la pista y despegó. ¿Cómo una mega estructura así puede volar en el cielo cómo lo hace un pequeño pájaro? Al parecer los siguientes en despegar eramos nosotros, pensé, ¿será un mal momento para bajarme del avión? Revisé que mi cinturón de seguridad estuviera bien abrochado por enésima vez en 30 segundos. El avión se puso en posición y comenzó a avanzar,  aceleró y llegó a una velocidad sorprendente, era como si estuvieramos en una montaña rusa ¿les comenté que odio las montañas rusas? ¿Qué tan fuerte puedo aferrarme a los reposa brazos sin romperlos?, pensaba. Perdimos el contacto con la tierra, ya no hay vuelta atrás. Fuimos subiendo y subiendo más y más, una voz nos comunicó dentro de la aeronave la altitud que estabamos alcanzando y,¿en realidad es estrictamente necesario hacer eso? No quiero saber que tan lejos estoy de mi amada tierra. Parece ser que después de nivelarnos, alcanzamos la altitud de vuelo deseada y ya no se sentia tan mal. De hecho, no se sentía nada. Todo iba salir bien, aparentemente.

El resto del viaje transcurrió sin ningún contratiempo, ni siquiera hubo turbulencia. Me relajé, empecé a escuchar mi música favorita, abrí mi libro, comencé a leer y cuando me di cuenta, ya nos estaban indicando que íbamos a comenzar el descenso. Que no es ni la mitad de traumático que el despegue y me permitió disfrutar de las maravillosas vistas del Caribe que solo esta altura ofrece. Al dar un paso fuera del avión, me di cuenta que el estrés que viví definitivamente había valido la pena cuando el sol y la brisa de Cancún me dieron la bienvenida.

En poco tiempo mi miedo a volar desapareció y hoy disfruto cada parte del trayecto. Así como yo lo tuve, hay mucha gente que tiene pavor de volar en avión, es por esto que te doy los siguientes consejos para que vivas positivamente esta experiencia y el vuelo no sea un obstáculo para llegar a tu destino, sino el principio de una gran aventura:

  • Infórmate. Tus probabilidades de morir en un accidente aéreo son alrededor de 1 en 11 millones, en cambio, morir debido al impacto de un rayo es de 1 entre 4,3 millones. Es más probable que mueras por caerte al tropezar mientras vas caminando, que en un accidente aéreo. El avión es el medio de transporte más seguro, créeme, una vez que llegues a la terminal habrás sobrevivido a la etapa más peligrosa de todo el trayecto: el traslado en auto/camión hacia el aeropuerto.
  • Llega a tiempo al aeropuerto. Llegar tarde nos pone muy ansiosos por miedo a perder el vuelo, es mejor llegar con bastante tiempo de anticipación para poder documentar, pasar seguridad y llegar a la puerta de abordaje tranquilamente y sin ninguna preocupación.
  • Busca distracciones. Lo mejor es tratar de olvidarte de tu estrés. Una buena idea es un libro o una revista, que harán que el tiempo que dura tu vuelo se te pase volando. Literal. Otra opción es escuchar música, especialmente tus canciones favoritas que te relajan o te ponen de buenas en cuanto suenan las primeas notas. Ya estando en este tema, te recomiendo las playlist que hemos armado para ti en Spotify, búscanos como Mexcovery.
  • Respira hondo. Pon la mano en tu estómago, inhala profundamente y siente como tu abdomen se expande mientras el aire entra en tu cuerpo. Después, expira lento mientras tu abdomen regresa a su posición normal. Realiza este ejercicio un par de veces y sentirás cómo poco a poco la ansiedad se va reduciendo.
  • Comparte tu miedo. No eres el único sintiéndose así, me atrevo a decir que la gran parte de los viajeros en su primer vuelo estaban igual o incluso más asustados que tú. Al menos sé que muy seguramente, yo lo estaba. Coméntale a los sobrecargos sobre tu temor o platica con tu compañero de un lado. Desahogar tus temores te hará sentir la carga más ligera.
  • Usa el poder de tu imaginación Visualízate en el destino, disfrutando de los maravillosos atractivos con los que cuenta. Si hay turbulencia, no pasa nada, tu estas en un camión/carro y estas pasando por una pequeña zona con baches, ¿nada de qué preocuparse verdad?

Perder el miedo no es fácil y mucho menos hay una fórmula secreta para jamás asustarte. Pero recuerda, valiente no es aquel que no tiene miedo, sino quien aún y con miedo hace las cosas. Ahora, solo queda ponerte tu outfit más cómodo, hacer tus maletas y volar a aquel lugar que siempre quisiste visitar.

 

“Un viaje de mil millas ha de comenzar con un simple paso” – Lao Tzu